viernes, 6 de septiembre de 2013


PERSPECTIVA DE GÉNERO


La perspectiva o enfoque de género se ha asumido, desde el paradigma de Desarrollo Humano, en todos los Estados pertenecientes a la Organización de Naciones Unidas (ONU), con el objetivo de avanzar en el camino hacia la equidad de género. Esta constituye un marco teórico que brinda categorías o herramientas para analizar las causas y consecuencias de las desigualdades de género; así como para incorporar de manera sistemática el principio de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.

Principalmente, el enfoque de género, consiste en una forma de mirar y de pensar los procesos sociales, las necesidades y las demandas tanto de mujeres como de hombres  e impulsar la adquisición, tanto individual como colectiva, de los instrumentos necesarios para superar los obstáculos que impiden la igualdad real entre los géneros. Desde esta perspectiva, se cuestionan las estructuras, los valores y los roles sociales que han ido adquiriendo las mujeres y los hombres a lo largo del proceso de socialización diferenciada, donde se transmiten diferentes expectativas de cómo “debe ser una mujer” y cómo “debe ser un hombre”, es decir, a esas diferencias biológicas que se convierten sistemáticamente en desigualdades sociales; colocando a las mujeres en desventaja con respecto a los hombres desde el mismo nacimiento. (DEDAA, 2009)

Según el PNUD (2007), el Desarrollo Humano desde el enfoque género (GDH) subraya tanto el impacto diferencial de las políticas sobre mujeres y varones, como el efecto negativo de la desigualdad de género en el desarrollo humano. En este sentido, se reconoce que las desigualdades basadas en el sexo son un rasgo persistente de todas las sociedades y son el resultado de normas, prácticas y relaciones de poder socialmente construidas; pero también se reconoce que la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres es esencial para abordar los retos principales de la humanidad, la pobreza y la exclusión, así como para lograr un desarrollo sostenible centrado en la persona.

Por tanto, la preocupación por lograr las metas de la igualdad y equidad de género son vitales no sólo para mejorar las condiciones económicas, sociales y políticas de la sociedad en su conjunto, sino para lograr una ciudadanía plena. Es un asunto de derechos humanos y justicia social: la igualdad de género es tanto un objetivo como un medio de desarrollo.

El objetivo de la Igualdad y la Equidad de Género
La igualdad de género supone que los diferentes comportamientos, aspiraciones y necesidades de las mujeres y los hombres se consideren, valoren y promuevan de igual manera. Ello no significa que mujeres y hombres deban ser iguales, sino que sus derechos, responsabilidades y oportunidades no dependan del sexo con el que han nacido. La igualdad de género implica la idea de que todos los seres humanos, hombres y mujeres, son libres para desarrollar sus capacidades personales y para tomar decisiones.

Por tal razón, la búsqueda de la igualdad de género es un elemento central desde una visión de sostenibilidad; en la cual cada miembro de la sociedad respeta a los demás y desempeña un papel que le permite aprovechar su potencial al máximo. La amplia meta de la igualdad de género es una meta social a la que la educación y las demás instituciones sociales deben contribuir.

El medio para lograr la igualdad es la equidad de género, entendida como la justicia en el tratamiento a mujeres y hombres de acuerdo a sus respectivas necesidades, es decir, dar a cada quien -sea hombre o mujer- lo que merece y necesita; según los méritos y condiciones, tomando en cuenta sus necesidades y sus posibilidades. La equidad supone no favorecer a una de las partes si se afecta a la otra y darle más al que está en situación de desventaja, compensándole de forma que pueda igualar al que tiene mayores oportunidades. De ahí que podamos establecer, por tanto, que para lograr el objetivo de equidad de género se tienen que producir o generar dos situaciones concretas y fundamentales: por un lado, estaría la igualdad de oportunidades y por otro, la creación de una serie de condiciones determinadas para que se puedan aprovechar dichas oportunidades.

Desigualdad de Género
Para comprender con mayor profundidad cómo y en qué consiste la problemática presente de la desigualdad de género, es necesario ubicarnos en el modelo social androcéntrico, predominante en nuestra cultura. Este androcentrismo se nutre del sistema ideológico patriarcal que genera la desigualdad al asociar Sexo-Género. Esta asociación repercute en las distintas oportunidades asociadas con ser hombres y mujeres en los ámbitos económicos, sociales, políticos y culturales; en las diferencias en las actividades que se desempeñan, en el desajuste sobre el acceso y control de los recursos y en la participación en la toma de decisiones. Estas desigualdades, generadas por el modelo androcéntrico, son un impedimento para el desarrollo porque limitan las posibilidades de las mujeres y los hombres de desarrollar y ejercer plenamente sus capacidades, tanto en beneficio propio como para el bien de la sociedad en general.
Es necesario, entonces, desligar estas concepciones.
Así entendemos que Sexo es la diferencia biológica que traemos al nacer, se expresa en los genitales y nos define como hombres  o mujeres. Esa diferencia genital produce diferencias en las funciones que desarrollamos en el proceso sexual y reproductivo; funciones que - por otro lado- son complementarias.

En cambio, Género es una construcción cultural que hace referencia al tipo de relaciones que se establecen entre hombres y mujeres de una sociedad particular, con base en las características, los roles, las oportunidades y las posibilidades que el grupo social asigna a cada uno de aquellos y aquellas. En este sentido, identifica diferencias y relaciones determinadas culturalmente, susceptibles de ser transformadas, y no particularidades biológicas, determinadas por el sexo.

En nuestra sociedad, desde que nacemos empezamos a recibir mensajes de los adultos que nos van inculcando sobre cómo comportarnos en relación a nuestro cuerpo y la sexualidad. Por ejemplo: si el bebé va a ser varón, la ropa y el entorno debe ser celestito; si es niña, debe ser rosadito. También lo podemos ver como ejemplo en los juegos: el niño debe jugar con carros, camiones, juegos activos o bruscos, pistolas y juegos de guerra; en cambio la niña  debe jugar con muñecas y trastecitos.

Elisa Jiménez -especialista Venezolana- nos dice en sus cartillas de Educación Sexual que desde  entonces el niño o la niña comienzan a formar sus sentimientos sexuales, desde entonces comienza a aprender cómo se es hombre y cómo se es mujer, desde entonces aprende una manera de relacionarse con su cuerpo. Cada uno de estos aprendizajes es fundamental para su formación como persona y como ser sexual.

Por eso, reafirmamos que la discriminación de género está imbricada en el tejido de las sociedades. Por ejemplo, a los hombres se les asigna un rol productivo y a las mujeres un rol reproductivo. Esto hace que en muchas sociedades, las mujeres lleven la carga principal de la producción de alimentos y la crianza de los niños y que a menudo sean excluidas de las decisiones familiares o comunitarias que afectan a sus vidas y bienestar. Por otro lado, también se observa cómo las mujeres están, en algunos casos, superando esta división sexual con la incorporación masiva al trabajo laboral remunerado, pero sin dejar de realizar todo o la mayoría del trabajo reproductivo. Todo ello a costa de hacer un uso intensivo del tiempo y realizar múltiples tareas a la vez (el tiempo es circular, el día parece no terminar nunca). Sin embargo, los hombres no se están incorporando ni responsabilizando en igual medida a las tareas de reproducción, cuidados y organización del hogar (su tiempo es lineal porque es planificado, y por eso deducimos que tienen mucho más control sobre su uso). Esta división sexual del trabajo trae consigo una sobrecarga excesiva de trabajo para las mujeres, que en algunos casos, y no siempre por elección propia, se ven obligadas a dejar el mercado laboral, poniendo en riesgo su propia independencia económica, autonomía y equilibrio emocional. (DEDAA, 2009)

Avances en la agenda mundial sobre la perspectiva de género
En la agenda internacional - desde que en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 se incorpora el principio de igualdad -  el enfoque de género ha venido evolucionando y abordándose de forma sistemática en diferentes espacios internacionales. Es importante destacar la lucha de las mujeres y del movimiento feminista para que se produjeran avances en este objetivo de desarrollo humano. Así podemos señalar como principales hitos en este aspecto:

    La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1979).
Esta establece que la discriminación contra la mujer persiste y es un obstáculo para la participación de la mujer, en las mismas condiciones que el hombre, en la vida política, social, económica y cultural de los países.

    Conferencia Mundial sobre Educación para todos (Jomtien, 1990 – Dakar, 2000)
Recoge entre sus objetivos la eliminación de todas las disparidades entre los sexos en la enseñanza privada y secundaria para el año 2015, asegurando a las niñas el acceso equitativo y sin restricciones a una educación de calidad.

    Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos ( Viena, 1993)
Significó un avance importante en este sentido. Por primera vez el tema de los derechos humanos de las mujeres fue tratado como un tema independiente y no marginal. Además adopta la declaración sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación de la Mujer y realiza la distinción entre violencia "común" y la violencia contra las mujeres. La declaración establece la violencia contra las mujeres como la violencia de la que se es víctima por ser mujer o porque esta violencia afecta a las mujeres de forma desproporcionada.

    Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social (Copenhague, 1995)
Se adopta el compromiso de asegurar la plena igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.

    IV Conferencia Mundial sobre la Mujer ( Beijing, 1995)
Por primera vez, se articula la Agenda de desarrollo y la de los derechos de las mujeres y se definen dos estrategias claras para lograr los objetivos: el “mainstreaming” de género– el reconocimiento de la necesidad de influir todas las metodologías, análisis, políticas y planificación desde una perspectiva de género - y el “empoderamiento” de las mujeres. Esta Conferencia constituye conjuntamente con su Declaración y Plataforma para la Acción el referente para la acción internacional general más importante respecto a la agenda de género en el desarrollo.

    Cumbre del Milenio ( Nueva York, 2000)
Especialmente, se reconoce la necesidad de avanzar en los derechos humanos de las mujeres para alcanzar la igualdad de género. Se establecen objetivos concretos y mensurables en equidad de género, con relación a la educación; a la salud materna, además de un objetivo específico (el Objetivo 3) sobre la igualdad de género y la autonomía de las mujeres. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) son una estrategia de política y de comunicación para dinamizar la implementación de los Planes de Acción acordados en los años noventa.

Género y Educación

La educación desde sus inicios ha adoptado un modelo pedagógico androcéntrico. Ya desde Rousseau, considerado el padre de la pedagogía moderna, en su obra “Emilio” parte del principio patriarcal: educación separada de mujeres y hombres. Por lo que se le ha denominado el padre de la pedagogía de subordinación. Con el tiempo, el surgimiento de la escuela mixta marca el inicio de la igualdad formal, lejana  todavía de la igualdad real porque la escuela no ha logrado superar el modelo imperante androcentrista.

El ámbito educativo, en cualquiera de sus niveles, reproduce el sistema sociocultural patriarcal a través de una importante fuente de poder: el conocimiento. La forma de conocer es androcéntrica porque simbólicamente se valora lo masculino como paradigma de lo humano, es un conocimiento que considera las experiencias vitales y visiones del mundo de la mitad de los seres humanos generando invisibilización de la experiencia femenina en la construcción del conocimiento. En el informe regional del PNUD (2013) aparece de forma relevante que los logros de educación secundaria y terciaria están por debajo de la media mundial, tanto en el caso de los varones como en el de mujeres.

De acuerdo al informe de la ONU (1996) existen aspectos del sistema educativo que siguen reproduciendo las desigualdades de género:
    En buena medida sigue habiendo un sesgo de género en los programas de estudio y el material didáctico.
    Rara vez se atiende a las necesidades especiales de las niñas y las mujeres, lo que refuerza las funciones tradicionales de la mujer y del hombre, y priva a estas últimas de la oportunidad de participar en la sociedad plenamente y en condiciones de igualdad.
    La falta de sensibilidad de los educadores de todos los niveles respecto a las diferencias de género aumenta las desigualdades entre la mujer y el hombre al reforzar las tendencias discriminatorias y socavar la autoestima de las niñas.
    La falta de educación sexual y sobre la salud reproductiva tiene profundas repercusiones en la mujer y el hombre.
    Hay, en particular, sesgo de género en los programas de estudio de las ciencias. Los libros de texto sobre ciencias no guardan relación con la experiencia cotidiana de las mujeres y las niñas ni dan el debido reconocimiento a las mujeres científicas.
    A menudo, no se imparten a las niñas nociones y aptitudes técnicas básicas en las matemáticas y las ciencias, que les proporcionarían conocimientos que podrían aplicar para mejorar su vida cotidiana y aumentar sus oportunidades de empleo.
    Los estudios avanzados de ciencia y tecnología no preparan a la mujer para desempeñar una función activa en el desarrollo tecnológico e industrial de su país, por lo que es preciso adoptar un enfoque múltiple respecto de la capacitación profesional y técnica.

En el caso de Nicaragua, según un artículo publicado en el Nuevo Diario (15 marzo 2012), la desigualdad de género y el acceso a la educación a las niñas son dos de los principales retos pendientes en la agenda mundial y nacional. En este artículo, expresan los representantes de Plan Internacional - organismo que trabaja por los derechos de la niñez - que en Nicaragua hay un bajo nivel educativo y que las niñas son más vulnerables que los niños. Afirman que si bien es cierto que las cifras del Ministerio de Educación muestran equiparadas la matrícula de varones y mujeres en primaria, hay que tomar en cuenta que hay mucha deserción escolar femenina ya que frecuentemente se les relega a papeles domésticos. También se señala que en las escuelas las niñas están más propensas a sufrir discriminación y maltrato, a la violencia y al abuso sexual.

Las niñas sufren doble discriminación, lo primero por ser menores de edad y por ser mujeres. Por eso estamos trabajando en la temática y forma parte de  los ejes de nuestro Plan Estratégico III, en el que se definen cinco programas: el de desarrollo integral de la primera infancia, en salud, educación, salud sexual y reproductiva, así como protección y seguridad económica familiar. (Comentó el representante de Plan Internacional.)

La educación en relación a la igualdad y equidad de género
La educación es considerada como instrumento de liberación, por ser un agente de socialización. Según la Dra. Arana (2013) “La educación es una de las instituciones sociales que puede contribuir con los procesos de cambio que demanda el mundo de hoy para construir sociedades más justas y equitativas” (s.p.). En este sentido, la educación debe aportar a un cambio de perspectiva, visibilizando las desigualdades marcadas de género y que están naturalizadas por el determinismo biológico.

Ese proceso de cambio desde la educación, tiene que orientarse desde lo personal, lo relacional y lo social. No es un camino fácil, pero sí posible.
Por ejemplo, en lo personal, los y las educadores-as debemos formar en la toma de conciencia de las desigualdades y cómo se concretan. Así como en el imperativo ético de cambiar desde la cada persona, abonando a nuevos códigos y categorías que permitan interrogar la realidad y vivirla de una forma distinta.
Ese cambio personal es indispensable para ubicarse en el campo relacional con una mirada diferente. También en este aspecto, los y las educadores-as jugamos un papel central. Cabe cuestionarnos cuál es nuestra mirada, si brindamos igualdad de oportunidades en el aula de clase para varones y mujeres. No ocurra que, desde nuestra forma de conducir a los estudiantes, estemos remarcando las diferencias. Un ejemplo visto por una de las participantes de esta investigación es el siguiente: si a través de un juego un varón empuja a una mujer, lo tachamos de descuidado y si es una niña, la justificamos que fue en defensa. En este caso queda patente la infra y sobre protección de acuerdo al género.
En el ámbito social, la educación puede abonar a transformaciones desde el paradigma de género; contando con herramientas analíticas, teóricas y metodológicas que permitan incidir en este avance complejo, que pasa por cuestionar los fundamentos de los campos disciplinares en los que nos hemos formado porque son saberes construidos desde la jerarquía de lo masculino. Arana (2013) expresa que “el sistema patriarcal, tiene en su favor otros agentes de socialización como la familia, la iglesia, los medios de comunicación, entre otros; que garantizan su reproducción y supervivencia”. (s.p.) Por eso la importancia de impactar en todos los ámbitos.
En síntesis, las cuestiones de género deben ser consideradas prioritarias en la planificación de la educación, desde las infraestructuras hasta el desarrollo de materiales o los procesos pedagógicos. La participación total y equitativa de las mujeres es vital para asegurar un futuro sostenible porque:
      Los roles de género son creados por la sociedad y se aprenden de una generación a otra.
      Los roles de género son constructos sociales y se pueden cambiar para alcanzar la igualdad y la equidad entre las mujeres y los hombres.
      Empoderar a las mujeres es una herramienta indispensable para hacer avanzar el desarrollo y reducir la pobreza.
      Las desigualdades de género socavan la capacidad de las niñas y mujeres de ejercer sus derechos.
      Asegurar la igualdad de género entre niños y niñas significa que ambos tienen las mismas oportunidades para acceder a la escuela, así como durante el transcurso de sus estudios.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Arana, L. (2013). Algunas Reflexiones sobre Género y Educación. Trabajo presentado en el Entorno Virtual de Aprendizaje de la Universidad Centroamericana.  Managua, 12 de julio, (paper).

Departamentos de Educación para el Desarrollo de Ayuda en Acción, Entreculturas e InteRed. (2009). Género y Desarrollo Humano: una relación imprescindible. En Muévete por la Igualdad, es de Justicia. Extraído el 14 de agosto de 2013 de  www.mueveteporlaigualdad.org

Naciones Unidas (1996). Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en  Beijing, 1995.  Nueva York. Extraído el 13 de agosto de 2013, de  http://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/pdf/Beijing%20full%20report%20S.pdf

Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (2007). Género, Derechos y Desarrollo Humano. San Salvador. Proyecto América Latina Genera. (Copyright PNUD)

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